Batania
La Baragaña, 2012
No es una reseña cualquiera de "Neorrabioso", simplemente no es una reseña
Yo lo he visto caminando por la calle Princesa y hablando consigo mismo o
tal vez con su padre. Fue una de esas tantas noches en las que harto de
mis pesares y tristezas, harto de Madrid, harto de muchas injusticias,
fui a verle al garaje donde trabaja como conserje. Noches aquellas donde
hablábamos de todo, donde sentía que la amistad iba creciendo, aunque
él no quisiera. Pero era inevitable, todo correspondía a un proceso
natural. El vino y las cervezas ayudaban. Nos mostrábamos tal cual
somos. Será también que los dos procedemos de abajo, él de los campos de
Lauros y yo de las calles desvencijadas de Lima, ambos escribiendo
desde el suelo y desde la entraña, sin dobleces. Luego en las calles de
Madrid, curtiéndonos sin miedo en las manifestaciones (el año pasado,
recuerdo, en una de esas que, llegamos hasta el congreso con un grupo de
gente, en cuyo frente habían algunos radicales, me sumé a ellos en
primera línea, encarando a la policía y queriendo tumbar las vallas.
Gio, ten cuidado, me decía). No me puedo olvidar lo importante que fue
su apoyo en muchas situaciones difíciles que pasé, su confianza en mí y
en mi poesía, es de las pocas personas que cree en lo que hago desde que
me conoce. Por eso ahora se me hace difícil hablar de su libro, porque
carezco de objetividad; decir un simple me gusta no estaría a la altura
de nada. Yo no puedo decir nada sobre el libro, pensaba, porque desde
que descubrí su blog me encantaba lo que escribía, incluso esos poemas
que publicaba con el seudónimo de “Burroski” cuando participaba en el
foro poético de “Libertad 8”. Igual quería escribir, decir algo sobre su
obra, aunque no sepa escribir reseñas. Cada vez que conversaba con él
aprendía algo nuevo, alucinaba con lo que sabía y hasta ahora me sigue
sorprendiendo. La cantidad de libros que se ha leído los mantiene en su
cabeza y para mí siempre es agradable tener una charla con él. Tengo
muchos de los cuadernillos con sus poemas y pintadas que regalaba en sus
recitales, siempre le pedía dos, uno para mí y otro para Claudia, mi ex
novia, porque ella también leía su blog y seguro que lo sigue haciendo.
Soy testigo de esa terquedad razonada que tenía a no querer publicar,
entre esas razones estaban en que eran muy pocas o ninguna las
editoriales que quisieran publicarle sus poemas y sus pintadas sin tener
que dejar de escribir y publicar en su blog o seguir regalando sus
cuadernillos. Él no cree en la propiedad intelectual, no le importa que
copien sus poemas, es una especie de anarquista poético con un corazón
grande, con una nobleza de niño, con cierta inocencia de persona que aun
no está del todo contaminada por la malicia de la ciudad. Yo le miro a
los ojos y veo en ellos limpieza. Lo que escribe es él. Lo que escribe
sobre su padre, los poemas, ese dolor que nunca se irá (hay que aprender
a vivir con ello, pero no sé como se hace eso, yo no sé nada sobre eso,
no puedo decirle nada de eso). “Queréis acostúmbrame a la muerte /
pero la muerte / no es ninguna maestra / no es ningún telescopio / la
muerte no es ningún atlas / no da sabiduría / la muerte no da nada / más
que miedo / silencio / soledad / y rabia”. Ese amor, ese echarle
de menos, es lo que hace sentirme más identificado que nunca (aunque mi
padre esté vivo, existen barreras infranqueables). Y ni que decir sobre
los poemas que le escribió a su ex amor; también la conocí y tengo que
decir que me caía bien. Ese amor donde no cabía ningún tipo de remilgo,
ni rosas, ni margaritas “La que muerde el candado hasta que saltan las puertas de noche. / La que descubre caimanes en el zumo de naranja”.
El hombre que vino a Madrid a querer ser poeta, a dejar su impronta,
aunque no le interese tanto eso. El hombre desprendido, el que profesa
cariño a la humanidad, el que amó a su vaca y a su perro. Cuando
presentó por primera vez el libro en un bar de la calle Pez en Madrid me
hizo brotar lágrimas y no sólo a mí, hubo a quienes también le
brotaron, fue emocionante, muy emocionante, sobre todo verlo recitar el
poema “La muerte” donde se quebró y con la voz rota siguió recitando de
memoria. De los poemas políticos me parecen todos acertados, teniendo en
cuenta la dificultad que para mí representa escribir un poema político o
social sin llegar a ser discursivo o panfletario; quisiera hacer acá un
pequeño acápite diciendo que percibo una influencia de Vallejo en
algunos de sus poemas políticos como en “Rebeldía” (pag. 132) y “El
hombre no ha concluido” (pag. 134), probablemente se ría el poeta cuando
lea esto que pienso, porque es más de Neruda, aunque sé que ama a
Vallejo. “¡Cómo estiras la trenza de los meses! / ¡Cómo asomas tus
brazos de garganta / ante la pluma sorda del jilguero! / ¡Cómo al perro
le llamas perro, al loco loco / y al hombre injusticia!”. Del
poema del “Andamio” no diré nada porque siempre me lo dedica, es uno de
los que más me gusta (Lo dije, mi falta de rigor). Y su pobrecita
Natalia “Cráneo de leona política”, aquí el poeta se vuelve a
ilusionar por una joven, inteligente y bella estudiante del último año
de filología donde los poemas se convierten en una especie de revolución
e “infantilería” (he visto la cara de Batania cuando la ve llegar, se pone como un niño) “Ningún
sin papeles será detenido esta noche en Madrid; / cuando la mujer que
amo se acerque y me bese en los centros, / las patrullas huirán acosadas
por troyas de niños salvajes”. Entiendo esa emoción, yo también la
sentí, hasta hace poco. El libro “Neorrabioso, poemas y pintadas” vale
más que Euskadi y España, juntas. Es probable que me quede corto,
pero el libro es la definición de un hombre valiente y bueno, al que
conozco, la definición de un loco que se cree Batania.