La puta gana



La puta gana
Gustavo Bernal
Ed: Milena Caserola- La Polla Literaria (Buenos Aires, 2012)


En el camino de Gustavo Bernal. 

Todos los diálogos pueden convertirse en Literatura. Unos serán de gran contenido, otros vacíos. Los vacíos no comprometen a nadie, los llenos de intención casi siempre terminan con la vida de alguien”, escribe Gustavo Bernal en los primeros capítulos de La Puta Gana, y puede decirse que es una feliz coincidencia, ya que en vida literaria, –si cabe el término- eso he aplicado. La literatura no está en los libros, la literatura nace de experiencia también propia y también de los libros y de las discusiones en bares de mala muerte o con tu mujer después de un polvo. La Literatura está en todas partes, nos invade, está en la tele, está en Yingo, en una botella de cerveza. Y para convertirse en escritor sólo hay que salir a cazar historias y personajes.

Gustavo Bernal es un cazador y la explicación del por qué esta noche yo esté aquí, presentando La Puta Gana, está en la calle, más precisamente en la Plaza Corregidor Zañartu, a pasos de calle Esmeralda y del Mercado, donde años antes las putas viejas ofrecían lo que podían. Eso lo sé por experiencia propia. Bueno, pero en esta plaza estaba Gustavo, a punto de tomarse un pack de cervezas, cuando nos cruzamos, claro que yo vivo al lado de esta plaza, por lo quien se cruzó fue él, sin embargo, tengo la sensación con el tiempo de hacer sido yo quien me crucé en su camino. Gustavo entonces me saluda, pero a mí me cuesta reconocerlo. Por fin un “ah sí claro, Elver Cruzila”. Debo admitir que no conozco a Gustavo Bernal, sólo lo había visto una vez antes, sin embargo, con Elver Cruzila llevamos años de intercambio de comentarios en nuestros respectivos blogs. Hasta aquí la explicación de mi presencia en este lugar.
Pero volvamos a la propuesta que desarrolla Gustavo en La Puta Gana. Extraña la cita inicial de En el Camino, de Jack Kerouac. Uno podría pensar que se trata de una novela de viajes, un road movie literaria de las infinitas peripecias de Elver Cruzila y sus amigotes por Buenos Aires, Lima, La Paz, en fin, una especie de novela Latinoamérica, boñalístico si se quiere, pero no: curiosamente el viaje es interior, por así decirlo, se trata de turismo nacional, poblacional o tal vez, callejero.
Eso es lo que exhibe sin miedo esta novela de perdedores. Gustavo Bernal no le teme a la derrota, al fracaso, quizás porque entiende como escritor que la derrota y el fracaso están presentes en esa lucha de poner por escrito lo que uno piensa y siente. Conozco una decena de madres de escritores y poetas que no les gustaría escuchar esto sobre sus hijos, pero lo cierto que, la literatura, y aquí aclaro que no sólo hablo de la literatura que hace Gustavo Bernal, no tiene nada que ver con el éxito. El éxito distrae y dialoga con la impostura. En el escritor que presentamos esta noche, en cambio, la impostura no existe. Porque aquí, en este libro, hay verdad, aunque no sé si sea la verdad. Me refiero a que Gustavo se la juega por contar su historia, y lo hace con los huevos, no sé si eso sea mejor que hacerlo con la cabeza o con el pico, pero a mí me gusta la literartura que se hace con los huevos.

“La vida es producto del sexo y la vanidad, del yo fui, yo soy, yo seré”, leo en alguna parte de esta novela y me pregunto nuevamente qué puede tener en común con “En el camino”, si aquí no hay un viaje por los Estados Unidos, si aquí Elver Cruzila no recorre Chile, es más, ni siquiera sale de su mundo, Eureka, esta el final cuando propone un hipotético viaje a Orgásmica, otro mundo. Creo que el puente que existe entre la novela de Kerouac y la de Bernal, guardando las proporciones, es que ambas hacen un viaje para obtener un conocimiento. No se trata de turismo –porque, como bien dijo John Kennedy Toole, “el turismo es para degenerados”-, sino de la oportunidad para conocer el alma de sus respectivos países y de ellos mismos. El retrato que hace Gustavo Bernal de Chile en ese sentido es acertadísimo, porque no elude hablar de las elecciones, erecciones, injusticias, e incluso de los pastabaseros, del rasta de la plaza del barba. En La Puta Gana se pinta Chile desde lo micro o si prefieren, desde la micro, desde el microtraficante, desde lo ínfimo, para alcanzara tener la noción de lo que sucede en lo macro: la sociedad. En esto, claramente, hay un gesto político, no nos equivoquemos. Por último, no me queda más que saludar la publicación de este libro y espero que La Polla Literaria y Gustavo Bernal continúen sorprendiendo con más títulos.