Memorias de un pegaplatos
Luis Ramón G. del Pomar
Amargord Ediciones (Madrid 2011)
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Más de una vez he visto turbada mi sonrisa de
hombre curioso, al preguntar si el frío salía
de las entrañas o era cosa de los cielos.
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Difícil es desligar el corazón de los objetos físicos
siempre presentes. Evidencias visuales que a lo
mejor no son nada.
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No siempre fui favorecido por el azar o los dioses.
De ahí que he probado a impulsarme en direcciones
opuestas
y casi siempre con riesgo.
Está claro que he evolucionado varias veces
en mi forma de pensar
y aún soy el ingeniero diseñando sistemas
de control para comunicarme.
Los problemas graves suelen venir cuando pierdo
los mandos y no sigo el mapa cognitivo
convirtiéndome en persona sin experiencia
que se guía por reflejos incondicionados.
Soy un animal llevado por los sentimientos
y confundido por los deseos y las ideas.
Una persona dispuesta a actuar según mi estado mental
razón por la que caigo en remolinos sin estructura
de equilibrio.
Hay veces que alcanzo lo previo de mis actos
y puedo producir una conducta observada
por la inteligencia.
Entonces me llaman frío y doy miedo porque
cuando esto ocurre
suelo guardar el corazón en el fondo del olvido
para que otros
por el azar o los dioses
no ilustren sus experiencias
pisoteando en mi cerebro los pasillos del alma
ilusionada.
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Siento haber corrido tanto
y el haberte salpicado
con lo precipitado de mis ilusiones.
Aprender me convierte en miniatura.