Volver al pan, llegar a casa
Jorge Espina
Canalla ediciones
Jorge Espina
Canalla ediciones
No te pierdas tu vida, nos advierte Jorge Espina desde el comienzo de
este libro. No te pierdas las flores, los sauces, los ríos que van a dar
a tu mar. No te pierdas los ciclos de la luna, las aves, el nido cálido
y fresco que hay que reinventar cada día. No te pierdas los amigos, los
abrazos, las caricias.
No te pierdas la vida que es donde está toda la poesía que tal vez no encuentres nunca en los poemas. No te pierdas tu vida llenándolo todo de palabras, ensuciándolo todo con ellas, nos advierte Jorge Espina; porque quienes lo ensucian todo con palabras no saben mirar a los ojos, no entienden la música del arroyo, jamás cultivaron flores o acariciaron las manos que amasan el pan.
No te pierdas tu vida buscando y buscándote. Todo está en su lugar desde el principio. El niño que miraba asombrado a Pura horneando el pan estaba en su sitio. El adolescente que veía a su padre pescar truchas estaba en su sitio. El hombre que ahora corta leña está en su sitio. Los secretos de la tierra están en su sitio.
Por eso la infancia vuelve, porque está en su sitio; con su nieve, su cielo verde, su orvallu de liquen y musgo, su maíz amarillo y desgranado, sus gaitas, su asturcón y sus bueyes llenos de barro, su sidra y los afectos que dieron sentido a las voces que resuenan en el hayedo cuando entramos en él. La infancia está en su sitio, sí; con su agua resbalando por la panera, con su arado labrando el tiempo y la memoria, yéndose y volviendo desde nosotros que somos, como el agua de las torrenteras, todo lo que se va.
Por eso el hombre vuelve, porque está en su sitio; porque la luz es su casa, y el camino una forma de volver a la casa de la que nunca salimos. Hazte de amor en esa luz porque ésa es la luz que nos amamanta. Hazte niño ahí, nos dice Jorge Espina, cambia ahí donde todo es posible. Deslízate por ese tobogán hacia ti mismo, tú que contienes en ti tantas cosas, no sólo para ser libre y feliz, sino para que la felicidad y la libertad se extiendan en torno tuyo.
Ten cuidado con los poemas, nos dice Jorge Espina. Es cierto que son un buen rastro para encontrar el camino de regreso a uno mismo, pero a veces ellos son los culpables de que la poesía no se extienda en torno a ti. Los poemas, a veces, nos alejan de la poesía en la misma medida que nos acercan a la vida literaria. Ten cuidado con tu elección, yo ya he hecho la mía, nos dice, finalmente, Jorge Espina. A veces la poesía y la libertad están en saber encolar la pata de una mesa, limpiar una trucha o hacer pan; están en que alguien se interese por cómo se hacen estas cosas y en que podamos contar con ellos cuando la soledad o la esperanza nos visite.
Sí, desde luego ahí están la poesía y la libertad, más allá de las palabras, más allá de los conceptos. Ahondando en esos lugares y en estas acciones descubriremos no una nueva unidad, sino la antigua unidad que somos y alimentamos. Igual que la imagen de la madre cociendo el pan cuando éramos niños, el amor siempre vivirá, confundiéndonos a todos en el secreto centro de su cálido y tierno migajón.
Antonio Orihuela
Lago de Proserpina, 24 de diciembre de 2011
No te pierdas la vida que es donde está toda la poesía que tal vez no encuentres nunca en los poemas. No te pierdas tu vida llenándolo todo de palabras, ensuciándolo todo con ellas, nos advierte Jorge Espina; porque quienes lo ensucian todo con palabras no saben mirar a los ojos, no entienden la música del arroyo, jamás cultivaron flores o acariciaron las manos que amasan el pan.
No te pierdas tu vida buscando y buscándote. Todo está en su lugar desde el principio. El niño que miraba asombrado a Pura horneando el pan estaba en su sitio. El adolescente que veía a su padre pescar truchas estaba en su sitio. El hombre que ahora corta leña está en su sitio. Los secretos de la tierra están en su sitio.
Por eso la infancia vuelve, porque está en su sitio; con su nieve, su cielo verde, su orvallu de liquen y musgo, su maíz amarillo y desgranado, sus gaitas, su asturcón y sus bueyes llenos de barro, su sidra y los afectos que dieron sentido a las voces que resuenan en el hayedo cuando entramos en él. La infancia está en su sitio, sí; con su agua resbalando por la panera, con su arado labrando el tiempo y la memoria, yéndose y volviendo desde nosotros que somos, como el agua de las torrenteras, todo lo que se va.
Por eso el hombre vuelve, porque está en su sitio; porque la luz es su casa, y el camino una forma de volver a la casa de la que nunca salimos. Hazte de amor en esa luz porque ésa es la luz que nos amamanta. Hazte niño ahí, nos dice Jorge Espina, cambia ahí donde todo es posible. Deslízate por ese tobogán hacia ti mismo, tú que contienes en ti tantas cosas, no sólo para ser libre y feliz, sino para que la felicidad y la libertad se extiendan en torno tuyo.
Ten cuidado con los poemas, nos dice Jorge Espina. Es cierto que son un buen rastro para encontrar el camino de regreso a uno mismo, pero a veces ellos son los culpables de que la poesía no se extienda en torno a ti. Los poemas, a veces, nos alejan de la poesía en la misma medida que nos acercan a la vida literaria. Ten cuidado con tu elección, yo ya he hecho la mía, nos dice, finalmente, Jorge Espina. A veces la poesía y la libertad están en saber encolar la pata de una mesa, limpiar una trucha o hacer pan; están en que alguien se interese por cómo se hacen estas cosas y en que podamos contar con ellos cuando la soledad o la esperanza nos visite.
Sí, desde luego ahí están la poesía y la libertad, más allá de las palabras, más allá de los conceptos. Ahondando en esos lugares y en estas acciones descubriremos no una nueva unidad, sino la antigua unidad que somos y alimentamos. Igual que la imagen de la madre cociendo el pan cuando éramos niños, el amor siempre vivirá, confundiéndonos a todos en el secreto centro de su cálido y tierno migajón.
Antonio Orihuela
Lago de Proserpina, 24 de diciembre de 2011